
Escribe: Daniel Gerhard
Es frecuente encontrarse con personas, de todas las edades, que ante la militancia te preguntan ¿y para qué?, seguramente nos pasa a todos. Y posiblemente les respondamos en la medida de que el curioso realmente se tome el tiempo en escucharnos. Pero me ha pasado, que luego de responder, creo no haber dicho lo esencial, y por eso la necesidad personal de escribir esto.
¿La Resistencia para qué?
Es cierto que para contribuir a cambiar el mundo, es cierto que luchamos Por la Victoria. Pero si nuestra Resistencia fuera sostenida en base a las victorias… sería difícil continuar. Creo y siento que las Resistencias duraderas, esas para toda la vida, nacen de una necesidad personal y no a partir de un deseo de mejorar la situación del otro. Ahora, ¿cómo se transforma la Resistencia en realmente “necesaria”? Sólo, indudablemente, cuando el dolor del prójimo se transforma en nuestro, si no la resistencia es moda o status.
Yo lucho porque sufro, y lucho para no sufrir más. Resisto para sobrevivir.
¿Qué Resisto?
A la felicidad con que bombardea continuamente el capitalismo;
La industria de la belleza me impone su belleza,
La industria del confort, su comodidad
La industria del alimento, su chatarra
La industria de la cultura, su mierda
La industria del sexo sus artículos, sus fotos y posiciones
La industria de los evangelistas, sus milagros
La industria de las ideas, sus remeras
Todas juntas intentan vendernos su felicidad, y como nadie puede adquirirlas todas, no se puede llegar a la meta nunca, siempre se corre de atrás.
La felicidad de la Resistencia consiste en descubrir a los que intentaban engañarnos y no lo lograron -al menos no por completo- y combatirlos. Por eso la Resistencia debemos (a mi juicio porque nos hace bien) vivirla como la primer Victoria, y las Victorias se deben festejar, por eso la Resistencia es fiesta, y no sufrimiento, cansancio. Me angustian profundamente los militantes que viven su lucha como un necesario martirio, como si su desgracia es confirmación de que son verdaderos luchadores. Ni siquiera las derrotas políticas pueden apagar la fiesta de la Resistencia, al contrario, atizan el fuego.
Bueno, acá algunas confesiones provocadoras para invitar a la reflexión y como no, invitar a la discrepancia.
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