lunes, 5 de marzo de 2012

¿Estamos condenados a una sociedad fragmentada y desigual?

Escribe Pablo Anzalone

La reciente publicación de “Reporte Social 2011” (Mides-OPP- Agev) es un aporte importante a una reflexión y un debate que nos debemos. Esta sistematización de información actualizada sobre la sociedad uruguaya arroja luz sobre los procesos en curso. El análisis y sobre todo las conclusiones políticas que pueden extraerse son un espacio de debate donde los actores institucionales, las fuerzas sociales y también los partidos tienen mucho para decir. En momentos en que el Frente Amplio ingresa a una instancia de definiciones internas, renovando su conducción, hay que insistir en su responsabilidad como izquierda de discutir estos temas y definir con más claridad el proyecto estratégico de los cambios.

El crecimiento económico ha mantenido un promedio de 6,2% anual en los últimos 7 años, cifras muy altas, en el medio de la mayor crisis del sistema capitalista del último siglo. Ello da pie a especulaciones de llegar a ser “un país del primer mundo”. Ha adquirido cierto destaque el tema del “nuevo uruguayo”, producto del boom económico y la modificación de pautas culturales.

Las cifras globales de pobreza marcan un descenso sustantivo. De 39,7 % de personas bajo la línea de pobreza en 2004, se llega al 2010 a un 18,6% (cálculos actuales hablan de un 15% y menos).

Sin embargo el análisis debe incorporar otras dimensiones: a) la distribución por tramos de edad, b) por territorio, c) la situación de los trabajadores de bajos ingresos y familias próximas a línea de pobreza, y d)la distribución de la riqueza.

a) En 2010 34,4 % de los niños menores de 12 años viven en condiciones de pobreza. El doble que el promedio nacional, seis veces más que los adultos mayores de 65 años. Y esa distancia no disminuye sino que aumenta en la última década. No es solo un problema de ingresos familiares. La prematurez y el bajo peso al nacer alcanzan a un 12% de los niños atendidos por ASSE. Hablamos de problemas de alimentación y controles de salud de las embarazadas, 25 % de las cuales llegan al parto mal controladas. Enfermedades fácilmente curables como la sífilis afecta a 2,6 % de los recién nacidos. La mortalidad infantil tuvo un descenso significativo de 11 a 7,7%o pero todavía presenta causas evitables entre un 60 y 70%.

Tenemos altos niveles de desnutrición crónica que se reflejan en 10,9% de niños menores de 2 años con retraso de talla en relación con la edad y esas cifras son similares a las de 2005. La anemia infantil supera el 30 % de los niños entre 6 y 24 meses.

La desestructuración familiar y la debilidad del sistema de cuidados afectan los estímulos necesarios para el desarrollo de los niños/as. Ello incide a corto plazo en el desarrollo cerebral y a largo plazo en el rendimiento intelectual y educativo. En el crecimiento corporal y en el largo plazo en el grado de inmunidad y vulnerabilidad a enfermedades. En la primera infancia se juega un partido decisivo para todo el resto de la vida y allí tenemos un quiebre.

La violencia sobre los niños sigue presentando cifras altísimas que llegan a 13 % que sufren violencia severa, 53% violencia moderada y un porcentaje mayor violencia psicológica.

El enfoque de Ciclos de Vida en salud y en políticas sociales afirma que las capacidades y problemas de una etapa de la vida se gestan en las anteriores y algunos períodos como la primera infancia constituyen puntos críticos. En un proceso donde la pobreza disminuye fuertemente, la infantilización de la pobreza y todas sus consecuencias no se han reducido sino que se mantienen o incrementan. Ello es inaceptable para una estrategia de desarrollo del país. Y también desde lo ético.

b) Por su parte la distribución geográfica de la pobreza muestra desigualdades que en lugar de abatirse aumentan. Según el Reporte Social en Artigas llega al 37 % de la población mientras en Maldonado es del 8 % y en Colonia 9%. Bajó en todo el país pero la reducción fue muy despareja (-24% en Artigas frente a -65% en Flores) en perjuicio de los departamentos con mayor pobreza, razón por la cual las distancias se incrementan. La diferencia entre los departamentos con mayor pobreza y los de menores cifras pasó de dos y media a cuatro y media veces.

Algo similar sucede entre la capital y el interior: la pobreza se redujo más en el interior (-36,4%) que en Montevideo (-10,5%). Dentro de Montevideo la comparación entre los municipios de la periferia (A, G, D y F) y los de la costa (B,C,CH y E) muestra disparidades muy fuertes en todos los indicadores sociales .

Es decir que este tipo de crecimiento económico no ha resuelto las desigualdades de base territorial, entre departamentos ni entre zonas de la capital. Por el contrario estas distancias se incrementan, aún cuando las cifras globales del país sean mucho mejores.

c) El desempleo descendió de 16% en 2003 a 6 % en 2010, la cifra más baja de la historia. El salario real aumentó 18% en el sector público y 26% en el privado entre 2005 y 2010. El Salario Mínimo Nacional se duplicó y en términos reales subió un 60%. La instalación de los Consejos de Salarios, las leyes de negociación colectiva, el fortalecimiento de los sindicatos fueron factores determinantes de estos avances sociales importantes.

Sin embargo 7 % de los trabajadores, cien mil personas, ganan hoy menos que el SMN. La precariedad en el trabajo, el subempleo y la informalidad siguen pesando. La informalidad bajó apenas de 35% de los trabajadores en 2006 a 32% en 2010. Es decir que un tercio de los trabajadores sufre desprotección social.

Los jóvenes siguen sufriendo una discriminación en el acceso al empleo: el desempleo de menores de 25 años alcanzó al 19,7% mientras para mayores de esa edad fue un 4,3%. La distancia entre ambas poblaciones paso de 4 veces a 5 veces en 2010. También en el empleo la desigualdad etaria aumenta.

800 mil trabajadores que ganan menos de diez mil pesos. Las condiciones de trabajo y la seguridad laboral presentan “agujeros negros”, sectores donde las normas legales no se aplican.

d) Por otro lado faltan estudios sobre el capital, que identifiquen con más profundidad los cambios de la última década. La distribución de la riqueza presenta cambios pero no muy relevantes: el 20% más pobre de la población obtiene tan solo el 5% del ingreso total mientras el 20 % más rico se apropia del 50%. El índice de Gini que mide la desigualdad se redujo un 2 % entre 1998 y 2010. El Reporte Social 2011 destaca que en la comparación regional Uruguay tiene la mejor distribución del ingreso entre los hogares y el menor porcentaje debajo de la línea de pobreza. Pero también señala que América Latina es el continente más desigual del mundo.

Gustavo Leal ha hecho recientemente afirmaciones fuertes sobre la fractura social no solo como herencia del periodo neoliberal y de la crisis del 2002 sino como “desacople” o desenganche agravado por el crecimiento económico extraordinario y el boom de las expectativas. La construcción de un discurso social de miedo y hostilidad hacia los excluidos no es un fenómeno menor. La discriminación por género, por opción sexual y por raza, la violencia doméstica, las adicciones, la inseguridad, son dispositivos de fragmentación que operan con fuerza.

¿Para donde vamos como sociedad?

La visión más optimista que de la mano del crecimiento económico persistente se va encontrando la solución a los demás problemas está cuestionada. Ni siquiera con políticas sociales compensatorias.

Los gobiernos frenteamplistas dieron pasos importantes en las políticas sociales y promovieron cambios estructurales en algunas áreas claves. Sin embargo siguen habiendo inequidades que se reproducen. Una estrategia de izquierda para la próxima etapa debe dar respuestas integrales y poner en el debate nacional cual es el proyecto de sociedad que quieren los uruguayos.

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